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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Autocritica, don del Espíritu Santo

A la hora de la comprensión de nosotros mismos, debiéramos saber que todos llevamos algun niño escondido entre los repliegues de nuestro ser. Nadie es adulto en todos los terrenos, todos los rasgos y todas las reacciones. Aun en las personalidades más adultas vive un niño que, de pronto, asoma su carita por la ventana menos prevista.

¡Si supiéramos juzgarnos!

Siempre digo que el primer don del Espíritu Santo es la autocrítica.

Hace unas semanas tuvimos aquella revisión de vida. Cuando yo observaba cómo se defendía fulano montado sobre el potro de la racionalización, yo pensaba: ¡qué ciego está!, ¡qué manera de cerrar los ojos a la luz y a la evidencia! Siempre les digo: que el Padre nos conceda la gracia de (por lo menos) dudar de nuestra posición cuando alguien nos critica. Pero hoy digo más: estaremos eternamente hundidos en la noche de la miopía y de la mentira hasta que abramos los ojos y reconozcamos como el publicano: soy «pecador», necesito cambiar, ¡ayudenme!

Deberíamos imitar al hermano que decía a otro: “si quieres demostrarme que me amas, avísame, por favor, todo aquello que tu observes de incorrecto en mi comportamiento. Cuando me lo digas, seguramente yo voy a montar en cólera. No importa, aguántame y dímelo”.

Bienaventurados los que proceden de esta manera porque ellos ya pertenecen al reino de los cielos. El índice más seguro para medir la madurez humana es la capacidad de absorber con paz las críticas de los demás.

Concédenos, Señor, el don de la sabiduría y de la autocrítica.

Extractado del libro Sube Conmigo de P. Ignacio Larrañaga