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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

La fe, ver en la oscuridad

Creer es entregarse. Entregarse es caminar incesantemente tras el rostro del Señor. Creer es partir siempre. La Madre, fue caminante. Recorrió nuestras propias rutas, y en su caminar, existieron las características típicas de una peregrinación: sobresaltos, confusión, perplejidad, sorpresas, miedo, fatiga… Sobre todo, existieron interrogantes: ¿Qué es esto? ¿Será verdad? ¿Y ahora qué haremos? No veo nada, todo está oscuro; María fue descubriendo el misterio de Jesucristo, con la actitud típica de los Pobres de Dios: abandono, búsqueda humilde, disponibilidad confiante. También la Madre, fue peregrinando entre calles vacías y valles oscuros, buscando paulatinamente el Rostro y la voluntad del Padre. La vida de María fue una navegación en un mar de luces y sombras. Igual que nosotros

Según los textos evangélicos, vemos que María no entendía algunas cosas y se extrañaba de otras. Desde la oscuridad María emerge más brillante que nunca. La Madre no fue ningún fenómeno extraño, entre diosa y mujer. Fue una criatura sí – pero no por excepcional, dejaba de ser criatura – y que recorrió todos nuestros caminos humanos, con sus emergencias y encrucijadas. Con sus luces y sombras.

A nosotros, de repente, nos envuelven emergencias dolorosas y se nos enroscan como serpientes implacables. Todo parece fatalidad ciega. A veces se experimenta la fatiga de la vida. En esos casos nos corresponde actuar como María: con abandono, búsqueda humilde, disponibilidad confiante. La Madre puede presentarse, diciéndonos: Hijos míos: Yo soy el camino. Vengan detrás de mí. Hagan lo que yo hice. Recorran la misma ruta de fe que yo recorrí y pertenecerán al pueblo de las bienaventuranzas: ¡Felices aquellos que, en medio de la oscuridad de una noche, creyeron en el resplandor de la luz!”.

Extractado del libro El silencio de María de padre Ignacio Larrañaga