BIENVENIDO GUÍAS REGISTRADOS ADMIN

Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Nacido de María Virgen

Desde Hace siglos, la Iglesia viene repitiendo aquellas palabras, llenas de grandeza y majestad: “et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine”. ¡El misterio de la encarnación! Se hizo carne (el Verbo) “en” y “de” María Virgen, por obra del Espíritu Santo.

Se quiere decir que esta carne que el Verbo asumió, fue “fabricada” por la potencia creadora y directa del Espíritu Santo y no dentro de un proceso biológico normal.  Y avanza el dogma (y la Escritura) afirmando que esta operación creadora del EspírItu Santo se realizó concretamente “en” María y “de” María. La preposición latina ex tiene gran densidad de sentido, y quiere decir mucho más que nuestra preposición de.

La actuación excepcional del Espíritu Santo, no solamente no ha prescindido de la actividad generativa materna, sino que la ha requerido expresamente. De modo que, se da una colaboración mutua entre el Espíritu Santo y la actividad materna de María: la una en la otra y la una al lado de la otra. Como dice con mucha precisión Scheeben: María fue verdadero principio de la humanidad de Cristo, aunque subordinado al Espíritu santo, y actuando bajo la acción de éste, y ambos, el Espíritu Santo y María, actuaron en comunidad de acción.

Esta actividad, de parte de María, importa una colaboración biológica y otra espiritual.

Biológicamente, toda madre, antes de unirse con el varón, prepara, o mejor, forma en sí misma, un germen orgánico, capaz de ser fecundado por la acción del varón. Y después, en un proceso simbiótico, la madre aporta alimentación y respiración –la sangre, digamos así- a través del cordón umbilical, hasta que el fruto llega a estar maduro, y entonces se desprende y “sale a luz”. Esta colaboración generativa de la madre se llama gestación. El nacimiento, biológicamne, no tiene importancia; es un simple desprendimiento.

El dogma, siguiendo a la Escritura, en este proceso materno excluye, por una parte, la fecundidad natural, y, por otra parte, afirma la actividad generativa de María.

Al contrario del proceso humano, en el que el padre colabora, mediante el germen paterno, a la formación de la sustancia corporal, en la generación de Jesucristo, la acción colaboradora vino a través de la actuación excepcional de la potencia creadora de Dios sobre la sustancia humana, que fue tomada únicamente de la madre.

Esa operación, según la Escritura, consistió en una “invasión” del Espíritu Santo, y en una “acción” de la potencia infinita de Dios (Lc 1,35). Para significar esa acción, la Escritura utiliza unas expresiones bellísimas: dice que la sombra del Altísimo cubrirá a María. Son expresiones nobles que recuerdan ciertos elementos naturales cuya acción deja intacto al sujeto sobre el cual actúan, como la luz, la niebla, la sombra, el rocío…

En una palabra, en este proceso generador de la Encarnación, el Espíritu Santo será, misteriosamente, el agente que portará la potencia creadora, emanada directamente de la fuente del Altísimo.

La virginidad de María es símbolo, figura y modelo de la virginidad de la Iglesia, sobre todo de aquella Iglesia definitiva y celestia, que no es otra cosa sino una multitud incontable de vírgenes, donde el amor llegó a su plenitud, el sexo fue trascendido hasta la total sublimación, y los combatientes ya no se casarán ni serán entregados en matrimonio. Nueva patria, nuevo orden, nuevo amor. Cristo transformó todo. Y el Tranformador tenía que entrar en el mundo de una manera diferente y virginal. Soy yo, Aquel que todo lo hace nuevo, dice el Apocalipsis.

Tomado del libro “El silencio de María” del padre Ignacio Larrañaga, OFM