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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Padre Ignacio Larrañaga, Décimo Aniversario de su Pascua

El primer guía

Yo soy, he sido el primer Guía, veterano de todas las batallas. Antes que nadie he sido el primer habitante de todas las auroras. Por años, que ya parecer eternidades, me he puesto de pie bajo el sol, para declarar ante el universo que no hay otro Seductor como nuestro Dios que, por cierto, no deja de ser nuestra poderosa y amorosa Madre.

Antes de ustedes y delante de ustedes he avanzado, sin atisbos de fatiga, por caminos pedregosos y anchas alamedas, pronunciando el nombre de Jesús y anunciando su Paz. Y seguiré mientras el sol ilumine mis días y respiren mis pulmones.

¡Oh benditos hermanos y Guías del alma!: podré ser una sombra fugaz pero mis alas están prontas para levantar vuelo, y recorrer los espacios, y gritar a la tierra y a las estrellas que no hay otro Señor arriba y abajo, sino mi Señor Jesús que canta día y noche en mi cámara interior, una canción de dulzura inefable.

No se lo creerán, pero Él sigue haciendo prodigios ahora mismo: con Él los disgustos se evaporan como niebla; las espinas se transforman en rosas; y ningún anhelo queda insatisfecho en su presencia.

Cuando llegan las dificultades, basta apretar bien fuerte la mano del Amado y todo se evapora como la niebla ante el sol.

Cuánto más decaído te sientas, más te aprieta Jesús contra su corazón. Ponte ciegamente en sus manos y las inquietudes volarán como aves asustadas. Con Jesús en la mente, las sombras huyen y los miedos se los lleva el viento.

¡Cómo me gustaría ver realizado ante mis ojos un sueño milenario! Sueño con ver a todos los guías del mundo transformados en un pueblo de convertidos, místicos y profetas, avanzando por las planicies de los señoríos e imperios con la bandera desplegada de nuestro Señor Jesucristo, en que están grabadas aquellas palabras: ¡Fuego he venido a poner en la tierra!  y ¡Qué voy a querer, sino que arda!

Tomado de la carta Circular Nº 20 de Padre Ignacio Larrañaga