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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Desde el mástil más alto

“Siempre navegué a contra corriente, y aún, contrariando mis gustos. Nunca tracé de antemano sendas en la montaña para luego recorrerlas. Nunca me senté tranquilamente frente a una ancha mesa para trazar un mapa de operaciones, un organigrama minucioso, unos planes de largo alcance, con objetivos precisos. Si alguna vez concebí planes y cobijé sueños, Alguien se encargó de desbaratarlos y hacerlos trizas sobre la misma marcha.

Nunca coloqué mis manos sobre el timón de mi nave. La dejé a la deriva, a merced de las olas, a sabiendas de que el dueño del mar controlaría la fuerza y la dirección de los vientos.

¿Quién puede asir el relámpago, como si fuera una espada? ¿Quién puede aferrar y asegurar con sus manos la voluntad de Dios diciendo: aquí está, esto es, no la soltaré? Sólo desde la cumbre alta del sol poniente, y mirando por sobre el camino recorrido podemos vislumbrar, y borrosamente, la estrategia zigzagueante, la santa e imprevisible voluntad del poderoso y cariñoso Padre. Mientras tanto, no nos corresponde sino bajar la cabeza y decir: voy a soltar los remos, y, cuando quieras, a donde quieras, ¡llévame!

Como lo he repetido tantas veces…Alguien abría las puertas delante de mí, y yo entraba. Ha sucedido una y otra vez. Esta evidencia era tan granítica que, por esta razón, las dificultades no me abatieron, los elogios no me conmovieron, los que ponían trampas y cavaban fosas en el camino no consiguieron enredarme, los éxitos no me embriagaron. No experimentaba satisfacción sensible en lo que realizaba, pero sí una tranquila seguridad de quien se sabe conducido de la mano de Su voluntad, y hace lo que debe hacer. Y el resultado es una gran paz.

En suma, todo ha sido obra de Dios. ¿Y yo? Recuerdo aquella escena de las Florecillas de San Francisco en que fray Maseo le pregunta a Francisco: ¿Por qué todo el mundo acude a ti, si no tienes ni preparación, ni belleza, ni elocuencia…? Remendando la respuesta del hermano, yo también podría decir: aquél Altísimo Señor me escogió a mí para hacer algún bien, justamente a mí, inútil e insignificante, para que quedara evidente y estridente ante la vista de todos que no salvan los carismas personales ni la preparación intelectual; el único que salva, transfigura y levanta prodigios desde la nada es el Altísimo Señor Nuestro Padre.

¡A Él sea la gloria!”

Del libro “La Rosa y el Fuego” de Padre Ignacio Larrañaga