DESDE EL CORAZÓN DE LA IGLESIA
Mensaje del Equipo Internacional en el Día Universal del Guía
Con el gozo de la efusión extraordinaria del Espíritu Santo que hoy recibimos, en este día de Pentecostés, os saludamos desde el corazón de la Iglesia, pues nos encontramos en el Jubileo de los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades en el Vaticano. Aquí estáis representados todos los Guías del mundo, ya que el Señor nos ha concedido la gracia de encontrarnos en este evento a 360 participantes de la Familia TOV para vivir esta experiencia de amor y esperanza. Además, nos ha permitido compartir la Vigilia y la Eucaristía de Pentecostés con el Santo Padre León XIV, como signo de adhesión y de comunión con toda la Iglesia, que camina incansable como peregrina en escucha permanente.
Venimos de distintos países, hablamos diversos idiomas, tenemos culturas diferentes, pero una sola es nuestra fe, y la vivimos a través de este Carisma que el Espíritu Santo depositó en el corazón de nuestro Fundador, padre Ignacio Larrañaga. Somos los testigos del amor de Cristo. Amor que sigue expandiéndose por el mundo entero, creciendo cada día, porque nada lo detendrá jamás.
El Espíritu Santo nos sigue impulsando y nos invita a adentrarnos más y más en las profundidades del misterio del amor del Padre. Permitamos que continúe actuando en nuestro interior y nos enriquezca con sus dones y gracias, pues sin Él difícilmente podremos captar algo de la grandeza de este amor, que vamos saboreando paso a paso en este caminar incesante hacia la Patria final.
Para nosotros la propuesta es una, optar por el estilo de Jesús, orantes y contemplativos, para llegar al don de la humildad y el vacío de nosotros mismos, de manera que sea solo Él quien llene todos nuestros espacios interiores. Esto nos llevará a experimentar el verdadero amor fraterno, lanzándonos a corazón abierto a los brazos de los hermanos, aún a riesgo de no ser correspondidos.
Nuestra misión, siguiendo los pasos de Jesús, es amar, y hacerlo de mil formas y maneras, sin cansancio, sin esperar nada a cambio, porque basta saber que somos partícipes activos llamados a culminar el Sueño de Oro de Jesús. Hagamos realidad este deseo: que todos sientan que yo los amo.
¡Shalom, queridos hermanos! ¡Feliz y bendecido Día Universal del Guía!
Equipo Internacional TOV
Mi Padre os enviará el Espíritu
Hijos míos —comenzó abriendo su corazón el Pobre con gran emoción, y éstas serían sus últimas palabras—, ha llegado el momento de despedirme de vosotros. El amor no alcanza su profundidad hasta la hora de la separación. Me voy y, al despedirme, mi amor por todos vosotros alcanzará la estatura de una torre sobre una colina; ni el vendaval ni el rayo podrán abatirlo.
— ¿Qué será de nosotros? —insistió Tomás.
—No os abandonaré como huérfanos de hogares desconocidos ni permitiré que os perdáis en los desfiladeros de la sierra. Que vuestro corazón no se turbe. No abráis vuestras puertas al desconsuelo y la tristeza. Me voy para prepararos un hogar en el Reino de mi Padre, en cuyo centro haré encender un rojo fogón de amor; allí nos sentaremos, nos calentaremos y conoceremos el secreto de la alegría que nunca muere.
He pasado entre vosotros —continuó— raudo como una estrella, sembrando copiosas palabras. Ahora bien, si mis palabras se perdieron en los pozos del olvido o las encontráis envueltas en niebla, no os preocupéis, mi Padre os enviará un Consolador, que al mismo tiempo será un Esclarecedor, que os ayudará a recordar todo y disipará las brumas de vuestros horizontes para que todo lo que os dije e hice aparezca transparente a vuestros ojos.
Regresaré del país lejano como vuelven en el verano las golondrinas, y el viento esparcirá canciones de pascua por los valles de vuestra alma y os arrancaré el sudario de la tristeza y os revestiré con un manto de gloria, y la alegría nunca se alejará de vuestros horizontes, aleluya.
Todo esto —agregó— os lo he explicado en parábolas y figuras. Pero
se acerca la hora en que ya no habrá más parábolas. El Consolador que os enviaré de parte de mi Padre inundará vuestros ojos con una claridad directa y meridiana.
Tomado del libro “El pobre de Nazaret”, capitulo VIII, Subtitulo “Un sueño de Oro” de padre Ignacio Larrañaga.