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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Un himno a la alegría

La profundidad, he ahí la cuestión. Donde hay profundidad, hay vida. Donde hay vida, allí está el hombre. Y donde está el hombre, allí están conjuntamente la alegría y el dolor.

Desde la profundidad saltan, como vivos resortes, los grandes surtidores; y tanto más arriba llegarán cuanto más hondo sea el subsuelo de donde brotaron.

El dolor y la alegría tienen un mismo calado. Calado es la profundidad a donde llega la quilla de un navío, en relación y a partir de la línea de flotación. La hondura que alcanza el gozo, alcanza también el dolor. Tanto se sufre cuanto se goza, y viceversa.

“Jesús fue el varón de dolores porque había sido un pozo de alegría, en la misma medida” Y pudo liberarnos del dolor porque había habitado anteriormente en la región del dolor y lo conocía por experiencia.

El Evangelio es una buena nueva, una alegre noticia.

Las raíces están siempre en la profundidad; y cuando ellas están sanas y empapadas en la tierra húmeda, hasta la copa más encumbrada se la ve vestida de un fresco verdor. Si los manantiales son hondos y puros, toda el agua que brota de ellos es pureza y frescura.

Esta es la explicación de por qué el Evangelio es un himno a la alegría. Todo brota de la profundidad humana de Jesús; y esta región estaba habitada por la presencia amada del Abba, la paternidad acogedora de Dios.

Por eso, su fuente interior se llama gozo, paz. Desde esta vertiente brotaban las palabras y actitudes de Jesús, y aquel estado de ánimo en que siempre lo contemplamos, nimbado de confianza y serenidad. Asimismo, desde estas mismas latitudes, pobladas por la presencia paterna, brotaba también aquella obediencia filial y aquella disponibilidad para con todos los huérfanos e indigentes de la Humanidad.

En el trato personal de Jesús con Dios presentimos una carga infinita de ternura y proximidad. Suena una melodía inefable en esas expresiones que Jesús usaba normalmente: «Padre mío», «mi Padre»; vibra un algo enteramente especial en esas palabras, un no sé qué de singular y único, cuajado de confianza, seguridad y alegría.

Debido a esto, del corazón de Jesucristo brota un mensaje revestido de dicha; y tenemos la impresión de que Dios fuera como un inmenso seno materno que cálidamente envolviera a la humanidad toda; y a Jesús mismo lo sentimos cercado de llamas, frescas llamas de alegría.

«La completa novedad y el carácter único de la invocación divina Abba en las oraciones de Jesús muestra que esta invocación expresa el meollo mismo de la relación de Jesús con Dios. Jesús habló con Dios como un niño habla con su padre, lleno de confianza y seguro, al mismo tiempo que respetuoso y dispuesto a la obediencia» «En la invocación divina Abba se manifiesta el misterio supremo de la misión de Jesús. Jesús tenía conciencia de estar autorizado para comunicar la revelación de Dios, porque Dios se le había dado a conocer como Padre»

Tomado del libro “Del sufrimiento a la paz” Padre Ignacio Larrañaga OFM