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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

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Padre Ignacio Larrañaga

Crisis y Fe - Hoy

Cada día estamos viendo que el desaliento, la inconstancia y la crisis nos esperan en cualquier esquina.

Si siempre fue áspera y difícil la ruta de la Fe, en nuestros días han aumentado las dificultades. Nuestra vida consciente se va vaciando gradualmente de la presencia de Dios.

Se han aceptado como criterios de vida la inmediatez, la eficacia y la rapidez. Bajo la influencia de las ciencias psicológicas y sociológicas hoy prevalecen los criterios subjetivos. Aquello que era “objetivo”, como las verdades de Fe, las normas de la moral o del ideal, ha perdido su actualidad y valoración, mientras se abre paso libre a los valores subjetivos e instintivos.

Hoy día está de moda lo emocional, lo afectivo y lo espontáneo.

Hoy día no se sabe qué hacer con el silencio. La sociedad de consumo ha creado una variada industria para fomentar la distracción y la diversión y de esta manera evitar al hombre el “horror al vacío” y a la soledad.

El hombre de hoy corre el peligro de caer en el vacío existencial, la mayor de las desgracias, que trae como consecuencia muchas veces la adicción a las drogas y los alucinógenos, como también al alcoholismo.

En el fondo, cualquiera de estas adicciones no es otra cosa que un intento de fuga, preludio en no pocas ocasiones del suicidio. Fuga de un vacío a otro vacío. Así se explica que esta tóxicodependencia se dé preferentemente entre la juventud, porque son ellos, los jóvenes, quienes experimentan más agudamente el desmoronamiento de los valores tradicionales, y quedan a la intemperie, sin saber en qué dirección caminar y qué hacer con su vida.

Hace un siglo nadie sabía de mí. Dentro de un siglo nadie sabrá de mí. Entonces ¿Qué soy?, ¿Un relámpago entre dos eternidades?, ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? Y, sobre todo, ¿Para qué estoy aquí? ¿Qué hago yo aquí? ¿Ganar dinero? ¿Tener hijos?… ¿Cuál es el sentido de mi existencia?

Y así el ser humano es un amasijo coherente de potencias complementariamente integradas: potencia intelectual, instintiva, visual, auditiva, afectiva, sexual, neurovegetativa, endocrina… todas juntas consiguen realizar su función específica y todas juntas quedan satisfechas y quietas… y tú, sin embargo, quedas insatisfecho, inquieto. Tú eres un pozo infinito que infinitos finitos nunca lo podrán llenar. Solo un infinito puede llenar un pozo infinito. Dios.

A la manera de un artista que estampa su firma al pie de un óleo, así Dios, en la mañana de la creación, dejó marcado su rostro en las profundidades íntimas y últimas del ser humano. Dios no es una idea abstracta, una teoría, ni siquiera teología. Dios es Alguien, una persona, y se le “conoce” con el trato personal, en la Fe, en el Amor, en una intimidad en que no se intercambian palabras sino interioridades.

La Fe, la constancia y la esperanza, serán como tres ángeles guardianes que permanentemente nos acompañarán en el camino.

La decadencia de la oración proviene de una profunda crisis de Fe. La crisis no está en el cuestionamiento intelectual de la fe sino en la vivencia de la misma. La crisis de fondo no está en cómo expresarse en la oración sino en qué expresar.

Necesitamos paz para pacificar el alma, calmar el nerviosismo y unidad interior (superar distracciones, sequedades, arideces…)

Cuando el corazón se ajusta en Dios, la profundidad del hombre queda poblada de equilibrio, orden y estabilidad.

Dios-es-Padre. Si Dios es Todopoderoso también es Todo cariñoso.

De noche queda velando mi sueño y de día me acompaña a donde quiera que yo vaya. Cuando la gente se queja diciendo “estoy solo en el mundo”, el Padre responde “Yo estoy contigo”, “no tengas miedo” (Is 41,10). Cuando los humanos se lamentan diciendo “nadie me quiere”, el Padre responde “yo te amo mucho” (Is 43,4). No hay dónde perderse, porque donde quiera que yo vaya, él va conmigo.

Tomado de los libros “Muéstrame tu rostro” y “El sentido de la vida” de p. Ignacio Larrañaga.