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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Cuanto más se ora, más se quiere orar

Cuando hablamos de orar, lo entendemos en el sentido de un trato afectuoso a solas con el Dios que sabemos nos ama; un avanzar, en la intersubjetividad íntima y profunda, en y con el Señor que se nos ofrece como compañero de vida.

A nivel espiritual el hombre es, según el pensamiento de san Agustín, como una flecha disparada hacia un Universo (Dios) que, como un centro de gravedad, ejerce una atracción irresistible sobre él, y cuanto más se aproxima a ese Universo, mayor velocidad adquiere. Cuanto más se ama a Dios, más se le quiere amar. Cuanto más se trata con El, más ganas entran de tratarlo.

Para esto existe la ley del entrenamiento, ley válida para los deportes atléticos y válida también para los deportes del espíritu: cuanto más entrenamiento se hace, más o mejores marcas se pueden batir.

Llevamos en el alma capacidades espirituales que eventualmente pueden estar dormidas por falta de entrenamiento. Dios ha depositado en el fondo de nuestra vida un germen que es un don-potencia, capaz de una floración admirable. Es una aspiración profunda y filial que nos hace suspirar y aspirar hacia el Padre Dios. Si esa aspiración la ponemos en movimiento, en la medida en que “conoce” su objeto y se aproxima a su centro, más densa será la aspiración, mayor peso hacia su objeto y, por consiguiente, mayor velocidad.

Esto lo prueba la experiencia diaria. Cualquiera que haya tratado entrañablemente con el Señor a solas durante unos cuantos días, una vez regresado a la vida habitual se sentirá arrastrado al encuentro con Dios con nueva frecuencia; esta intensificación va haciendo más denso el “peso” de Dios, lo que nos impulsará cada vez más a sentir una mayor atracción hacia El, y así el mundo y la vida se irán “poblando” de Dios.

Basado en el Libro “Muéstrame Tu Rostro” de P. Ignacio Larrañaga