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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Homilía Misa de las Bodas de Diamante

Hace 60 años, en una mañana como esta, pero una mañana de nieve, fui consagrado sacerdote de Jesucristo; es decir fui separado y reservado para dedicarme exclusivamente al Señor Jesucristo, el único por quien vale la pena de luchar, vibrar y estremecerse.

Fui declarado amigo y discípulo del Señor, y fui enviado como apóstol para gritar ante el mundo que Dios ES y Jesucristo vive.

Porque al final ¿Quién soy? Soy aquella fuerza de profundidad, siempre inquieta y siempre inquietante, buscando un centro de gravedad donde poder equilibrarme, ajustarme y descansar. Somos criaturas hechas por Dios a su imagen semejanza y medida. Todo eso se llama sed de Dios.

Por eso mismo buscadores instintivos del Eterno. Pozos infinitos que infinitos finitos nunca lo llenarán solo un Infinito puede llenar un pozo infinito.

En suma, somos buscadores de Dios y peregrinos de lo Absoluto.

De tal modo que los fenómenos trágicos que palpitan en el corazón del hombre no son otra cosa sino un eco de esta sed de Dios, por el vacío existencial que tienen.

Las ganas de morir que experimentan a veces algunas personas, no son otra cosa que otro eco de esta sed de Dios.

La insatisfacción humana en toda su intensidad y amplitud, el no saber para qué estamos en este mundo, el tedio de la vida, el vacío de la vida, el desencanto general… no son otra cosa que la otra cara de la sed de Dios.

Como marca de fabricación, como patente de inventiva, Dios había grabado su Rostro en las profundidades íntimas, últimas e inefables de mi alma.

Por eso, sabiéndolo o sin saber estamos permanentemente buscándolo.

Usted creía que el día que conquistara aquel ideal, ese día se sentiría plenamente satisfecho. Logra el ideal y queda insatisfecho. ¿Por qué? Porque sin darse cuenta estaba persiguiendo a un Alguien infinito, estaba buscando a Dios mismo.

Iba corriendo apresuradamente detrás de las criaturas; pero sin darse cuenta estaba corriendo detrás de Dios. Cuando este corazón se ajusta en Dios, en este corazón reina el orden, el equilibrio, la armonía y la paz. Cuando este corazón pretende ajustarse en las criaturas cuyas medidas no le corresponden, como dice San Agustín, este corazón estará inquieto y desasosegado hasta descansar en Dios.

Todo eso yo lo experimenté en los 12 años de preparación que preceden al sacerdocio.

*   *   *

Por eso, desde entonces no he hecho otra cosa que saltar de continente en continente y volar por los espacios aéreos convidando a los hombres a comprometerse con el altísimo y glorioso Señor Jesucristo.

Anuncié a los cuatro vientos a un Dios en cuya memoria no se registran las culpas de los pueblos, y en cuyo diccionario no se encuentra la palabra castigo.

Dios es como aquel anciano padre del hijo pródigo, que cuando éste regresa a la casa después de una vida disoluta, el padre en vez de reprensión y castigo le organiza una fiesta inolvidable. No sé de qué otra manera decirles.

He enseñado a las gentes a sufrir menos y ser más felices.

A sentirse amados y a responder al amor con amor.

He enseñado a los hombres y mnejeres a salvarse a sí mismos salvándose de si mismos; es decir, a salvarse de miedos, agonías y tristezas para vivir en una paz inalterable; y todo esto en Dios, en la fe.

Anuncié a gritos a la humanidad que Dios es infinitamente poderoso pero también infinitamente amoroso; nos cuida como una misteriosa madre.

Y el mundo se enterará de la dicha sin fin que experimentarán los que se abandonan en sus manos.

Un día llegaremos a un mundo inimaginable. Es verdad que todo acabará; pero también es verdad que todo comenzará.

En la puerta de la casa nos espera el Padre; y nos reconocerá y nos extenderá la mano y nos sentará a la mesa y comenzará una fiesta que nunca se acabará.

El mar borrará las huellas del dolor.

El viento secará las lágrimas.

El amor y la muerte se abrazarán.

Y sobre los espacios infinitos brillará una eterna alegría.

Un día dije a los hombres: aunque hasta ahora hayan oído hablar de un Dios vestido de relámpagos amenazantes, de ahora en adelante oirán hablar de un mar de ternura.

Las primicias del banquete estarán reservadas para los últimos. Y los que ocupaban el último lugar, serán invitados a la cabecera de la mesa porque llegó el reino del Amor.

 

Y el Padre navega sobre las nubes;

desciende en la lluvia;

sonríe en las flores.

Duerme en el corazón de las madres

y cuida de sus pequeñitos.

Llegó el reino del Amor para siempre.

 

Todo esto fue mi mensaje fundamental, entre otras muchas cosas a lo largo de los 60 años de sacerdocio.

*   *   *

Los 60 años se esfumaron velozmente. Ahora me voy poco a poco. Pero antes que el gran silencio me alcance, quiero acurrucarme intensamente en los brazos de mi Padre y vivir en su intimidad.

La noche se acerca y las corrientes de la decadencia me arrastran, estoy en el ocaso, pero detrás de los horizontes se levantan las altas montañas y las colinas eternas, que me esperan para una vida sin fin.

*   *   *

Dios eterno y fuente de ternura: me presento ante Ti como un niño huérfano, necesitado de tu protección y cariño.

Porque en realidad solo a Ti te necesito y, en verdad, solo a Ti te tengo.

Pero solo eso me basta, porque contigo nada me falta.

 

He recorrido continentes.

He atravesado mares.

Y he volado por la amplitud del firmamento, persiguiendo únicamente que Tu nombre sea glorificado y que los humanos sufran menos y sean más plenos y dichosos.

A lo largo de este dilatado recorrido he sentido tu aliento, y me has cobijado bajo la sombra de tus alas. Padre querido; siento una gratitud emocionada que no se puede expresar con palabras.

En tus manos me pongo dispuesto a que, cuando Tú dispongas, me lleves a tu Santo Hogar.

*   *   *

A todos ustedes les deseo una Feliz Navidad

Estamos con expectación y esperanza porque Jesús va a nacer otra vez.

En tiempos pasados, en los reinos de Europa cuando nacía una princesa o un príncipe, se echaban a vuelo las campanas, sonaban las músicas y se organizaban fiestas a lo largo y ancho del reino.

Ahora nos va a nacer el Rey de los reyes y Señor de los señores. ¡Cuáles serán las campanas, las músicas y las fiestas que acompañarán o rodearán al Niño que va a nacer?

Los distintivos y signos que acompañarán a Jesús que va a nacer son: noche, silencio, establo, pesebre. Un burrito el más humilde y servicial de los animalitos y unos pastores que ocupaban el último lugar en el escalafón social de aquel tiempo.

Si nosotros preguntamos a las gentes: ¿qué palabra sintetizará estas señales de Belén? Nos responderán al instante: ¡el amor!

Muchas veces en mi vida he preguntado a grupos de creyentes: ¿me pueden ayudar a buscar una palabra que englobe todos los contenidos existenciales del Evangelio del Señor Jesucristo? Y al instante, y unánimemente, me responden: ¡el Amor!

Sin embargo, esta palabra, la más bonita del diccionario, y la que más se pronuncia en el lenguaje humano, es también la más equivoca; porque gran parte de las veces que parece que amamos, en realidad nos amamos. Porque el ego perturba el corazón metiendo miedo, temores, ansiedades, divisiones, ambiciones, metiendo detrás de la palabra Amor otros muchos intereses que envenenan las relaciones humanas, de tal manera muchas veces con la palabra Amor nos buscamos a nosotros mismos.

No nos sirve, pues, esta palabra.

De nuevo nos preguntamos: ¿cuál sería la palabra que sintetizará aquellas señales que encontramos en el Nacimiento de Jesús: noche, silencio, establo, pesebre…? La palabra HUMILDAD. Pero esta palabra está fuera de circulación en nuestra sociedad.

A veces quedo desconcertado de que Dios Padre Todopoderoso haya organizado el nacimiento de su único Hijo con tantos elementos de humildad que casi parecen humillación. Los chilenos usan esta expresión: “se pasó”- Sí: Dios parece que se pasó al poner en el nacimiento de su Hijo tanto silencio, oscuridad, un desaparecer radical, pobreza extrema…

¿Qué dijo la Madre? “Hizo en mi maravillas… porque miró la humildad de su Sierva”. María. Buscando la identidad de su persona no echó mano de otros títulos mobiliarios como Inmaculada, Madre de Dios… simplemente se identificó y se presentó como una humilde sierva.

¿Qué dijo Jesús? Dijo: “Aprendan de mi, que soy”— ¿qué soy? “Manso y humilde de corazón”. Como su Madre, se define o se identifica; no como Hijo de Dios y Redentor del mundo, etc. sino como un manso y humilde servidor de los hermanos.

Sólo los humildes aman, porque de otra manera nos amamos camufladamente a nosotros mismos.

Sólo los humildes son felices porque de otra manera los miedos, las rivalidades, las ambiciones, “hijos del EGO, nos roban la Paz.

Sólo los humildes no tienen complejos de culpa ni mendigan autocompasión.

El Humilde no se perturba ni se encoleriza.

El Humilde respeta todo, venera todo.

Los humildes navegan permanentemente en una Paz inalterable. Por eso son felices.

Mis hermanos, reciban a este Jesús que de nuevo nace, con un corazón humilde lleno de Paz.

Para terminar yo también gritaré como aquellos primeros cristianos cuando eran empujados entre las fieras:

Maran Atha

¡VEN SEÑOR JESÚS!

AMÉN

P Ignacio Larrañaga, Diciembre 2012