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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

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Padre Ignacio Larrañaga

Serenidad y Sabiduría

Quien se ha vaciado de sí mismo es un sabio. Si lográramos vaciarnos de sí mismos, volveríamos a la infancia de la humanidad. El hombre sabio se mueve en el mundo de las cosas y los acontecimientos, pero su morada está en el reino de la serenidad. Desarrolla actividades externas pero su intimidad está instalada en aquel fondo inmutable que, sin posibilidad de cambio, da origen a toda su actividad.

Para el vacío de si mismo no existe el ridículo, el temor nunca llama a sus puertas, tampoco la tristeza, no hay sobresaltos para el deposeído y le tiene sin cuidado lo que los demás piensen o digan sobre su persona. Nada en el mundo consigue remecer su serenidad. Así como el huracán no hace mella en el acantilado, así los disgustos dejan inmutable al hombre que renunció a la ilusión del yo.

La presencia de sí mismo es perturbada normalmente por los delirios del yo, pero, una vez eliminados, el yo adquiere el control de sí y la presencia de ánimo en todo.

Y por este desprenderse de si y de sus cosas, el pobre y el desposeído, una vez libre de las ataduras, apropiaciones del yo, se lanza sin impedimento en el seno profundo de la libertad. Como consecuencia consigue vivir libre de todo temor y adquiere la estabiliad de quien está más allá de todo cambio. Y así, el pobre y el desposeído, al sentirse desligado de sí mismo, va entrando suavemente en las aguas tibias de la serenidad, humildad, benignidad, mansedumbre, comprensión, paz…

Sin poder ni propiedades, el desposeído hace el camino mirando todo con ternura, tratando todo con respeto y veneración. Su vestidura es la paciencia y sus entrañas estan tejidas de mansedumbre. Nada tiene que defender porque está desprendido de todo.

Los desposeídos son sabios porque ellos son los únicos que miran el mundo con ojos limpios. Solo una persona vacía puede contemplar el mundo en su esencial originalidad. Mientras no seas pobre, vacío, puro…no verás las cosas como son, las mirarás con deseo de apropiación o rechazo y, de todas maneras siempre deformadas.

No des satisfacciones a la ilusión del yo: si hablan mal de ti no te defiendas, si no te salen bien las cosas no te justifiques, no des entrada a la autocompasión, no busques elogios, rehuye los aplausos…Y así, si le vas retirando el aceite, la lámpara se apagará y habrás ganado la batalla de la libertad.

No malgastes energías, avanza hacia la seguridad interiory a la ausencia de temor, camina sin cesar desde la servidumbre hacia la libertad, y libertad significa dar curso libre a todos los impulsos creadores y benévolos que yacen en el fondo de tu corazón.

Extraído del libro “El Arte de Ser Feliz”, p. Ignacio Larrañga