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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

La Ilusión de una Imagen

La mayoría de las tristezas íntimas del hombre y de sus dificultades, en las relaciones interpersonales, nacen de la imagen (de nosotros mismos) que nosotros proyectamos, cultivamos, alimentamos, servimos y adoramos. He aquí la fuente principal de las frustraciones interiores y de las colisiones fraternas.

Parece demencia o enajenación. Pero así vivimos: entre el deseo y el temor. La mitad de la vida, luchamos a la ofensiva para dar a luz, alimentar y “engordar” (inflar) nuestra imagen (prestigio personal, popularidad); y la otra parte de la vida luchamos a la defensiva, presa de temor, para no perder aquel prestigio.

A la inmensa mayoría de las personas no les interesa lo que se es, sino cómo me ven. Les interesa la imagen más que la realidad; la mentira, más que la objetividad. Y así, se lanzan a participar en la carrera de las apariencias.

Para gran parte de los mortales no existe mayor placer que tener una imagen espléndida, proclamada y adorada por las multitudes. Hasta llegar a confundir e identificar lo que soy con lo que quisiera ser.
Cuando nos adherimos (emocionalmente) a la imagen idealizada e ilusioria de nosotros mismos; la preocupación por la propia imagen nos roba la alegría de vivir, y es causa de gran parte de las dificultades de convivencia.

¿Cómo librarnos de esas ilusiones que nos arrastran a tanta preocupación íntima y a tanta desventura? No es posible la paz interior ni el amor fraterno en tales circunstancias. Gran parte de nuestras energías son quemadas por esas preocupaciones que están al servicio de sueños irrreales.

El individuo es un conjunto de realidades, presidido por una conciencia. Si esta conciencia posee la noción exacta de su conjunto, entonces tenemos sabiduría, que significa: visión y apreciación proporcional de la realidad. Hay tres palabras que son sinónimas: objetividad, humildad, sabiduría.

Debemos despertar de los sueños de grandeza, renunciar a la adoración de las estatuas vacías, poner en movimiento todas nuestras potencialidades hacia la máxima plenitud, y dentro de nuestras limitaciones, liberarnos de la tiranía de las ilusiones.

Venga, pues, el reino de la sabiduría y de la objetividad. Venga el corazón puro, desprendido de apariencias y liberado de locuras, pobre y sabio al mismo tiempo,

Extractado del libro “Sube conmigo” de P. Ignacio Larrañaga