Presencia de sí mismo
Querido amigo, para tener una experiencia de encuentro con Dios, hay que viajar hacia adentro de uno mismo, porque sólo el hombre interior puede entrar en comunicación con el Señor. Los que viven permanentemente en la periferia del alma, difícilmente llegarán a posesionarse del misterio viviente de Dios.
Por eso, te propongo que hagas un profundo recogimiento. Trata de silenciar tu cuerpo y tu mente… Suelta todos los pensamientos que tratan de apoderarse de tu atención… Verás que la mayoría tienen una importancia relativa… En estos momentos tu principal interés es fijar tu atención dentro de ti mismo, para reconocer que dentro de ti hay una fuerza que viene del Espíritu Santo.
Vale la pena que le dediques unos instantes de tu atención, porque es Dios mismo actuando dentro de ti. Él sostiene tu vida… Es la razón de tu existir…
Trata de reconocer su presencia suave y amorosa en ese silencio interior. Con toda certeza te puedo decir que Él te ama, ya que Él es Amor y sólo puede comunicar Amor y todo bien. Que tu vida tiene un propósito… Que eres único ante Él… Te lo dice Él mismo, a través del Profeta: “Yo te amé con un amor eterno” (Jer.32,3) “Aunque tu propia madre se olvidara de ti, yo nunca te olvidaré” (Is.49,15)
En estos momentos, siente que su presencia infinita y tierna es realmente lo más importante…. Lo demás es relativo…
Quédate así el tiempo que necesites… dejando que todo repose en su presencia amorosa…
Espíritu Divino, creo firmemente que vives en mí. En este momento, me abro a tu presencia. Quiero reconocer que estas dentro de mí, sosteniéndome con tu amor infinito. Junto a Ti ya no hay soledad; por eso quiero vivir siempre siendo muy consciente de que vives en mí, que guías mi vida con ternura y fortaleza.
En estos momentos sólo quiero estar contigo y entregarme a tu presencia; y que todo mi ser descanse en Tí.
Este Espíritu Divino que habita en ti, es quien te habla en este momento, y se manifiesta dentro de tu corazón. Escucha lo que te dice a través del Salmo:
Tú que moras en el secreto del Altísimo, sintiéndote amparado por el Omnipotente, di al Señor: “Refugio mío, fortaleza mía. Dios mío confío en Ti.
Porque Él te librará de la red del cazador y de la peste funesta, con sus plumas te cubrirá; con sus alas te dará refugio.
No temerás el terror de la noche. No ha de alcanzarte ningún mal. Pues Él dará orden sobre ti, a sus ángeles, para que te guarden en todos tus caminos.
Quédate saboreando estos versículos unos momentos y hazlos tuyos…
Ahora escucha lo que te responde Dios mismo, a través del Salmo:
Puesto que él se abraza a mí, yo he de librarle. Le exaltaré porque conoce mi nombre.
Él me llamará y le responderé. Estaré a su lado en la desgracia. Le libraré y glorificaré y haré que vea mi salvación.
(Salmo 91)
Responde al Señor, con la siguiente oración:
Señor, una vez más, estamos viviendo una profunda intimidad.
Siento mi vida maravillosamente invadida por tu vida.
Estoy viviendo, en estos momentos, la aventura de tu vida en mi vida.
Tu fuerza en mi debilidad, Tu vigor en mi impotencia. Tu luz ha penetrado los caminos de mi ser. Tú eres la luz para mi caminar. Sé que sólo en tu luz, Señor, podré construir bellamente mi vida.
Sé que Tú vives en la luz y que me has comunicado un poco de esa luz. Pero lamentablemente en el mundo aún existen muchas tinieblas.
Señor, los hombres parecen sentirse satisfechos caminando en las tinieblas. Parecen sentirse a gusto caminando a ciegas, con una venda en los ojos. No quieren ver. Y este también es mi pecado: muchas veces tampoco quiero ver.
Tengo miedo de que, examinando mi vida, me vea obligado a cambiar.
Yo te suplico, Señor: Abre mis ojos. En este momento de sinceridad, estoy seguro, Señor, estoy seguro de que quiero ver. Deja que tu luz penetre ahora en mis tinieblas. Luz. Claridad. Resplandor. Luz que ciega. Transparente claridad. Destello iluminador. Yo quiero ver, Señor, quiero ver. Amén.
Oración E-3 “Claridad” (en primera persona)
Termina con este canto íntimo: “Abre mis ojos” (S-18); queriendo ver al que es imagen de Dios Invisible:
“Abre mis ojos, quiero ver a Cristo. Poderle tocar, decirle te amo.
Abre mi oído, ayúdame a oírle.
Abre mis ojos, quiero ver a Cristo”.