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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

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EXPERIMENTA EL AMOR DE DIOS

Cristo Resucitado-Luz del mundo

 

En esta hora Jesucristo Resucitado es la luz del mundo y también la luz de tu vida, querido amigo.

¡Despierta! ¡No te duermas! Ha llegado ya la hora de renacer a una vida nueva. ¡Que nadie llore más! ¡Que nuestra boca entone un cantar de gozo y de esperanza!

¡Caminemos impulsados por el viento de la fe, sembrando de esperanza los senderos, y viviendo del amor que va siendo engendrado en cada corazón!

¡No temamos más! pues Cristo nos salvó, la muerte ya no hiere a sus amigos ¡Jesús resucitó! ¡Aleluya!

Querido amigo, no hay afirmación tan categóricamente reiterada en el Nuevo Testamento, tanto en los Evangelios como en los documentos apostólicos, como ésta: “Cristo ha resucitado de entre los muertos”

Así pues, de la muerte nació la vida. Jesucristo resucitado es el que ha venido; pero lo más maravilloso es ¡que sigue viniendo! Ambos aspectos lejos de contradecirse, se complementan, caminan al unísono hacia “la plenitud”. Como dice San Pablo en Colosenses 1,15-19

“Cristo es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura: porque en Él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres; visibles e invisibles; Tronos y Dominaciones; Principados y Potestades, todo fue creado por Él y para Él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en Él.

Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.

Porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud”.

Por eso, Jesucristo siendo perfecto y acabado en sí mismo, es siempre, para nosotros incompleto e inagotable, hasta que lleguemos a esa “plenitud”.

Querido amigo, esa plenitud consiste en adherirse a este plan salvífico, obra y proyecto de Dios hacia los hombres, el cual se inició en el principio, cuando sólo existía El Verbo, La Palabra, el Hágase. Todo el plan salvífico es un “HÁGASE”: la creación, la fe, la encarnación, la entrega de Jesucristo… Todo es un “Hágase”, en el que todos estamos incluidos; y todo culmina y culminará en una resurrección, un renacer, un resurgir…

Todo este proceso que culmina en Jesucristo Resucitado, el Hombre para los hombres, humano y divino, que marca la alegría y la esperanza a todos los que le seguimos. ¡Este es el plan salvífico! ¡Aleluya!

Así pues, querido amigo, con estas buenas noticias, no cabe más que dar gracias y cantad con alegría al que es Todo Poder, Grandeza, Belleza y Omnipotencia. Pero, ante todo, bondad infinita, por todo lo creado.

Por eso, ahora te invito a que glorifiquemos a Dios por las maravillas que ha hecho, en ese templo que es la Creación. Un cosmos con una naturaleza grandiosa y maravillosa, obra de sus manos, con este himno que nos ambienta en una serenidad matutina, en la que se palpa, no sólo el despertar del amanecer, sino el despertar de toda la creación, cuyo destino final es el hombre, en colaboración con el Creador, el Gran Alfarero.

Alfarero del hombre, mano trabajadora, que desde los hondos limos iniciales, convocas a los pájaros, a la primera aurora, al pasto a los animales.

Por la mañana te busco, hecho de luz concreta, de espacio puro, de tierra amanecida. Por la mañana, te encuentro Vigor, Origen, Meta, en los sonoros ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo y el agua melodía. Tus manos están recientes en la rosa, se espesa la abundancia del mundo a medio día; y estás de corazón en cada cosa…

No hay brisa, si no alientas, ni monte si no estás dentro; ni soledad en la que no te hagas fuerte. ¡Todo es presencia y gracia! Vivir es este encuentro: Tú por la luz, el hombre por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte, dejar tanta hermosura en manos de tanta guerra!  Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte de haberle dado un día las llaves de la Tierra.

Que tu vida, querido amigo, sea un canto de alegría y esperanza pues nuestras vidas tienen un final feliz.

¡Maran Hatha! ¡Ven Señor Jesús!

 

Canto ¡Qué mañana de luz!