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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

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EXPERIMENTA EL AMOR DE DIOS

Orar en el espíritu de María

Oh María, Madre mía, sé tú la estrella que conduce mi vida que, al igual que fue la tuya, la mía también camina entre sombras y penumbras. Que tu presencia en medio de nosotros, sea un faro que nos guie en nuestro camino.

Divina Madre, tú estás con nosotros, y en esta oración de hoy, quiero identificarme contigo. Quiero afrontar la vida desde ti, orar desde ti.

Para ello, voy a imaginarte en un recogimiento, lleno de silencio y humildad. Con una disposición total de apertura y disponibilidad, hacía Dios.

Madre querida, quiero en este momento, quedarme en silencio y recogimiento, como tú: perdida y encontrada en el mar sin fondo del Misterio de Dios.

En este momento, trato de imaginarme cómo sería tu oración. Cómo te unías a Dios, con las palabras de esos Salmos más adecuados a tus sentimientos y que guardabas en tu mente y en tu corazón. Quiero sentir lo que tú sentías cuando tu corazón lleno de agradecimiento, decía del Salmo 118:

“Dad gracias al Señor siempre, porque el Señor es bueno; porque es eterna su misericordia.

“Nada me perturba; no tengo miedo, porque el Señor está conmigo. ¿Qué puede hacerme el hombre?

“Toda mi alabanza para el Señor, porque Él ha sido y sigue siendo mi fuerza y mi salvación.

“El Señor es Dios y Él nos ilumina y yo te digo: ¡Tú eres mi Dios, yo te doy gracias! ¡Dios mío yo te alabo!

“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

Madre querida, que yo pueda vivir así, como tú: confiado sin temor alguno, rodeado del amor misericordioso de mi Padre Dios.

¿Qué sentías Madre querida, cuando citabas estos versículos de otro de los salmos de alabanza, que constantemente estarían en tu boca? Los hago míos y alabo junto a ti, al Padre Dios:

“Yo te ensalzo Rey mío y Dios mío y bendigo tu nombre por siempre.

“Grande eres Señor, y muy digno de alabanza. Insondable tu grandeza.

“El Señor es bueno con todos y manifiesta su ternura en sus obras.

“El Señor sostiene a los que caen y endereza a aquellos que se doblan

“Abres Tú la mano y sacias a todos.

“Cerca está el Señor de los que lo invocan de verdad.

“Que mi alabanza esté siempre en mi boca, Señor; y mi ser entero bendiga tu santo nombre, por siempre jamás”. Amén

 

Madre querida, también yo quiero entregarme dócilmente en las manos del Padre, pero me siento poca cosa, a veces impotente, por eso te suplico que me conduzcas tú por el camino de la aceptación, la humildad y la entrega.

En mi corazón recogido y silencioso, oigo tu susurro cariñoso, que nos dice:

  • Aprendan a responder con silencio, al silencio de Dios
  • En los momentos de desconcierto y para mantenerse en pie, agárrense a las promesas eternas de nuestro Señor
  • Cuando los acontecimientos parezcan desdecir esas promesas, adhiéranse más fuertemente al “Hágase su voluntad”.
  • Recuerden: esos momentos son transitorios, las promesas perduran para siempre.
  • El secreto está en orar y estar serenos, despiertos en atención sosegada a la voluntad de Dios.
  • Y vengan detrás de mí, para hacer la travesía de la vida con paz y una serena confianza en Aquel que todo lo puede.
  • ¡Y serán invencibles!

 

Mi alma engrandece al Señor y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva.

Por eso me llamarán Bienaventurada, porque el Poderoso ha hecho en mí maravillas. Su nombre es Santo.

Su misericordia se derrama de generación en generación, sobre los que le temen.

Desplegó el poder de su brazo y dispersó a los que se engríen con los pensamientos de su corazón.

Derribó a los potentados de los tronos y ensalzó a los humildes.

A los hambrientos los llenó de bienes y a los ricos los despidió vacíos.

Me acogió a mí, su siervo, acordándose de su misericordia.

Según lo prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia por siempre.

Magníficat S-40

 

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén. Amén.